La Gallina Ciega
Max Aub
Cuando la memoria viaja
hacia el pasado ésta se convierte en una biógrafa de lo marginado, lo
incorregible y lo vulnerable. He aquí, la lucidez de un diario, La
Gallina Ciega de Max Aub, a quien le hirvió la sangre ante la
indiferencia callejera del pueblo español (p.8). El protagonista ha
vuelto después de treinta años y nadie se acuerda de la guerra. Más de
cincuenta entrevistas, nadie le pregunta sobre el Guernica. “Pero esos jóvenes,
que saben de la guerra?… Metidos hasta el cuello en la ignorancia” (p.14). Él
les hubiera podido ayudar a salir de la ineptitud, el ayer no les importaba.
“Los edificios están podridos de humo de polvo, de mugre... se han envejecido
como si les hubiese caído un siglo encima” (p.19). Rastrear el pasado
que no se ha borrado, es hacer que la memoria se desplace y asuma cada
lugar un papel distinto, una España atrasada y destruida. Para entender lo que
es ser español hay que explorar lo que fueron. “Lo que pienso que
es, que debe ser España, no es realidad… Todos piensan igual, todos leen el
mismo periódico. El vino italiano, estos francos, estas libras… Y el francés
que hablan” (p.25). Si no fuera por la memoria, no se podría entender cómo fue
construida España. La remembranza recupera la percepción de una versión que no
ha sido contada. Sin historia no se puede comprender el presente. Duele tanto
que nadie quiera recordarla, convirtiendo la historia en un abismo de letras suicidas
ante las pupilas de los ciegos.
Por: Sandra Salgado Mendoza
Nueva York, 4 de abril de 2021