jueves, 26 de agosto de 2021

LA CELESTINA.- ✏️ Alcahueta, prostituta y seductora. [Ensayo]



 “La Celestina y los enamorados”

Pintor: Luis Paret y Alcázar

Museo del Prado

La Celestina

Fernando de Rojas

Alcahueta, prostituta y seductora

[Ensayo]

Parece mentira que la fascinante historia de La Celestina, una obra artísticamente escrita por Fernando de Rojas, aunque de controversial autoría, esté a punto de cumplir medio milenio y siga siendo atractiva para el apetito intelectual de los devoradores de la literatura española. Esta obra tan superior, quizás heredada, obligada, o encontrada al azar por los lectores insaciables, a quienes algunos les inspiran la intención moralizadora, y a otros, el irreversible poder de seducción que posee la vieja alcahueta Celestina.

Las Celestinas en la época medieval se caracterizaban por su arte de atraer a sus víctimas, la codicia, y el arte de la seducción que utilizaba para adueñarse de anhelos ajenos. Además, las alcahuetas eran muy locuaces, la mayoría ebrias, generalmente viejas, ingeniosas y espabiladas, y lo que nunca faltaba es que subsistían de ello. La Celestina de Fernando Rojas encarna la más elevada jerarquía de perfección.

Rojas durante el estreno del acto I de La Celestina, nos ofrece un arquetipo de seducción, condensando todo el laberinto psicológico en un solo personaje para adoctrinarnos a reconocer la mente y el comportamiento humano de Celestina. Esta ha llevado una vida de prostitución, tiene aproximadamente sesenta años de edad, y en su vivienda, Elicia y Areúsa trabajan como meretrices.  A través de Pármeno, llegamos a saber que es una mujer polifacética:

 “Ella tenía seis oficios, conviene saber: labrandera, perfumera, maestra de hacer afeites y de hacer virgos y un poquito de hechicera” (p. 16). 

Al respecto, en el artículo “La ‘Renovación de novias’ en ‘La Celestina’ y otros autores.”, se menciona que la destreza de restaurar virgos encuadraba en un entorno de servidumbre, y empleando el procedimiento de labrar, vocablo que encierra gran ambigüedad metafórica en referencia al oficio de las costureras que ¨labran¨, es decir, recomponer la virginidad a través del zurcido, sin dejar de prescindir la percepción contraria de deshonrarse, tener relaciones carnales, o sencillamente prostituirse (Montero y Herrero 180). 

Celestina es una mujer perspicaz y poseedora de una inteligencia vivaz que la ha conseguido durante su vida, y a donde la citasen va arrastrando sus faldas, pactando encuentros amorosos y recuperando castidades en detrimento. En La Celestina, se puede percatar que la virginidad se podía reajustar todas las veces que se quisiera, pericia practicada para despistar a maridos desprevenidos.: 

“(…) los virgos, unos hacía de vejiga y otros curaba de punto. Tenía en un tabladillo, en una cajuela pintada, unas agujas delgadas de pellijeros, y hilos de seda encerados y colgadas allí raíces de hojaplasma y fuste sanguino, cebolla albarrana y cepacaballo. Hacía con esto maravillas, que cuando vino por aquí el embajador francés, tres veces vendió como virgen una criada que tenía” (I, 17). 

En el mismo artículo anterior se alude que Pármeno menciona una lista de aparejos que utiliza la alcahueta para hacer su oficio, conduciendo a precisar que Celestina utilizaba dos técnicas, una de ellas, introducir en la vagina una reducida bolsa cuyo contenido era sangre, la cual se rompía durante la copulación, aparentando un inminente desvirgamiento, una supuesta hemorragia, y la otra, remendar el himen con agujetas e hilos tal cual lo haría un cirujano (Montero y Herrero 181).

 Pero, lo que realmente captura en este personaje es el poder de seducción, su habilidad de conquista y capacidad para desplazarse cercanamente a los demás personajes. Al tener una edad avanzada y gran experiencia congenia con todo tipo de gente, enterándose de los distintos perfiles psíquicos e índoles sociales. 

Por otro lado, Rojas en el acto XI del libro La Celestina es capaz de adaptar el lenguaje de la alcahueta a cada situación, constituyendo esto como su mejor herramienta de persuasión, como se puede ver en el fragmento cuando habla Calisto: “¡Oh joya del mundo, acorro de mis pasiones, espejo de mi vista! El corazón se me alegra en ver esa honrada presencia, esa noble senectud. Dime, ¿con qué vienes? ¿Qué nuevas traes? ¡Que te veo alegre y no sé en qué está mi vida!” (p. 89). Le responde ella: “En mi lengua” (p. 89). Y qué lengua, pieza fálica que acaricia y todo transgrede, ejemplo captado en el capítulo de la seducción a Pármeno. Celestina con su poder de persuasión logra sola todos sus planes para los que soliciten sus favores. Se concientiza del peligro constante, pero se enaltece de su buena estrella: 

“Por esto dicen quien las sabe las tañe, y que es más cierto médico el experimentado que el letrado y la experiencia y escarmiento hace los hombres arteros y la vieja, como yo, que alce sus haldas al pasar del vado, como maestra” (p. 46).

 En la tragicomedia de Rojas, capitulo VII, Celestina considera el amor cortés una farsa, una coartada para que uno obtenga la consumación sexual, camuflada por alocuciones y actitudes elevadas.  A ella le va bien lo tajante, sin pudores simulados, incluso porque a pesar de sus avanzados años, sigue sintiendo pasión en sus entrañas, como cuando era muchacha y supuestamente hermosa, y si ahora ya no puede complacer por lo menos puede curiosear a los demás hacerlo y disfrutar con ello, como cuando persuadió a Areúsa a entregarse a Pármeno: 

“¿Qué es esto Areúsa? ¿Qué novedades son estas extrañezas y esquividad, estas novedades y retraimiento? Parece, hija, que no sé yo qué cosa es esto, que nunca vi estar mi hombre con mujer juntos y que jamás pasé por ello ni gocé de lo que gozas y que no sé lo que pasan y lo que dicen y lo que hacen. Pues aviste, de tanto que fui errada como tú y tuve amigos” (p. 67).

Cuando le dice a Calisto que Melibea es suya, desea verlo al anochecer, él alborozado le obsequia su cadena de oro.  Celestina sabe que el valor de esa prenda aliviará las molestias de su vejez, ya que está consciente de que cada vez está más sola. Ella se vuelve ambiciosa y mezquina. La joya representa su estabilidad durante un extenso tiempo y decide no repartir con Sempronio y Pármeno la ganancia de la alhaja, ni tampoco las cien monedas de oro que el ricachón le había gratificado antes.  Lo que ella no pudo intuir con certeza es que ambos criados también se habían vuelto codiciosos y deseaban desatar la cadena que los tenía cautivos de su amo. 

A pesar de todo eso, la alcahueta conceptuaba arbitrario repartir el botín con los dos criados, pues había sido gracias a su listeza y tenacidad que la ganancia había rendido, se consideraba una abeja desplumándose, diaria y laboriosamente, en su ocupación que consideraba limpia.  Al final, su faena más laureada resultó un escarmiento que la llevó a la muerte. Por primera vez, Celestina no consiguió persuadir a alguien, porque el loco amor no llega a las raleas bajas al igual que a las altas. 

Probablemente, Fernando de Rojas en el acto IX, quisiera asegurarnos que nadie puede pasar indemne a la ley de Dios, por más ingrato que sea el rol que cada uno debe protagonizar en este mundo, por más injusto que parezca el discernimiento humano ante tanta voracidad por el deleite a cualquier precio, sin prudencia y sedicioso, tal vez por existir un hilo imperceptible e insondable que nos junta a todos en una existencia, supeditado a un precepto divino del que no podemos huir. Celestina estaba lúcida de esta pendencia entre el bien y el mal que puede llevar al peligro de morir:

 “Pero bien sé que subí para descender, florecí para secarme, gocé para entristecerme, nací para vivir, viví para crecer, crecí para envejecer, envejecí para morirme. Y pues esto antes de agora me consta, sufriré con menos pena de mi mal; aunque del todo no pueda despedir el sentimiento, como sea de carne sensible formada” (p. 81).

No obstante, no la emplea para abdicar de proseguir o frenarse en sentimientos que considera falsos, un buen ejemplo de esa hipocresía es la declaración del deseo, no de amor, por Calisto, de Melibea a criada, en el acto X, es decir, la impudicia solapada de amor tierno y apacible, o la obsesión por acaparar dinero, que ve como único medio de subsistir, y de llevar, una existencia de placer en su vejez, pues el ser humano escudriña fundamentalmente el placer y no el sufrimiento. A veces, se expone misógina, que deriva de los desafíos incesantes a sus dotes como alcahueta, de la baja posición social de la que no puede zafarse, mancillada por su estropeado pasado de meretriz, y por reconocer su afán de igualar a todas las mujeres. 

Si bien es cierto, La Celestina de Rojas no fue escrita para ser teatralizada, pero con el pasar de los siglos, ha sido adaptada para ópera, tesis doctoral, en las aulas, congresos, y por supuesto, en infinidad de tablados artísticos y en diversos idiomas. En uno de los espectáculos creados por Yannis Kokkos, la escenificación de Celestina fue magistral, seduciendo al público en los sucesos del mundo artístico:

(...) “pelo blanco y recogido en moño, sin toca alguna, con su cicatriz y arrugas, sus capas y mantos y faldas todo en negro con un contraste en rojo, dominando el escenario estuviera cansada, estuviera animada con un arte verbal y con esos 'sofisticos actos' y otros "halagos fingidos" que hacen de Celestina una magnifica actriz” (Snow 88).

La seducción del discurso de Celestina queda asentado una vez más a perpetuidad en las incesantes publicaciones de escritores que se sienten embelesados con su erotismo.  Su lenguaje persuasivo, rasgo distintivo de quien domina el lenguaje del placer y sobresale en la doctrina del pecado, está espoleado a perpetuidad en el brillante “Ensayo psicológico de la Celestina” de J, Eugenio Garros:

"Se ha transformado en un Séneca o Plutarco singular con faldas luengas que viene a ser la caricatura de los moralistas profesionales.  Sus discursos contienen en forma sentenciosa una filosofía irónica y agridulce de la vida, en que todo es falso o pecaminoso. Es el anticipo, el preludio femenino de Anatole France. Su filosofía es más deleitosa y epicúrea que la de Montaigne. Su lenguaje es plástico sugerente, sinuoso y dúctil¨ (p. 14).

Definitivamente, La Celestina de Rojas es extraordinaria e irrepetible, y como fuera dicho por Cervantes: “Libro a la vez divino y humano” (McPheeters 553), publicado en 1925 por Américo Castro en El pensamiento de Cervantes, elevando la obra a un nivel de divinidad y profundizando los más difíciles problemas del hombre y de la sociedad española del siglo XV.

En suma, La Celestina de Fernando de Rojas, encarna un compendio sobre la conducta humana, transmitida de manera didáctica, intercalando personajes realistas, donde sobresale con excepcionalidad y fortaleza, la alcahueta. Celestina llena toda la obra de concupiscencia, derrocha preceptos sabios en cada participación, y funciona como una estrella estrepitosa que libera una abundante energía manifestada en su notable e intensa aparición.  Todos estriban a su derredor mientras vive, y todos terminan despojados cuando agoniza, buscando cualquier vestigio subsiguiente a la hecatombe, había muerto la seducción que los hacía cohabitar a todos, y la falacia de los principios morales. La Celestina alcahueta, la Celestina prostituta y la Celestina seductora, personaje encarnado en la obra de Fernando de Rojas, es para muchos de nosotros, el ápice de la literatura castellana de la Edad Media.


Bibliografía


Garro, J. Eugenio. “Ensayo psicológico sobre La Celestina.” Anales de La Universidad de Chile, 13, 1 enero. 1934, p. 14, anales.uchile.cl/index.php/ANUC/article/view/26707, 10.5354/anuc.v0i13.26707. Accedido 23 mayo 2021.

McPheeters, Dean W. “El Concepto de ‘Don Quijote’ de Fernando Rielo, lo humano y lo divino en ‘La Celestina.’” Actas del IX Congreso Español de Estudios Clásicos, vol. I, no. 84-7882-260-7, 23 oct. 1999, p. 553. Cervantes virtual, cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/09/aih_09_1_054.pdf. Accedido 23 mayo 2021.

Montero Cartelle, Enrique, y María Cruz Herrero Ingelmo. “La ‘Renovación de novias’ en ‘La Celestina’ y otros autores.” Celestinesca 36, 2012, p. 180, 81. JSTOR, www.jstor.org/stable/44282851. Accedido 23 mayo 2021.

Rojas, Fernando. La Celestina. Versión Kindle ed., Barcelona, Círculo amigos de la historia. Clásicos Españoles, 25 nov. 1975, p. 308. Accedido 23 mayo 2021.

Snow, Joseph T. “Pregonero.” Celestina como opera (1988); en tesis doctorales; en las aulas; en los congresos; en nuevos estudios; en las tablas., vol. 13.2, 1989, p. 88. Celestinesca, doi.org/10.7203/Celestinesca.13.19715. Accedido 23 mayo 2021. 



✏️ Por: SANDRA SALGADO MENDOZA

Nueva York, 24 de mayo de 2021