ENTREVISTA A UNA MUJER MALTRATADA
Entrevista realizada a Zaida, una señora de treinta y cuatro años de edad,
separada y con dos hijas.
Hace unos días en un salón de uñas, Zaida cortaba, limaba y pintaba mis uñas, mientras hacía manicura, ella se atrevió a contarme las agresiones que había vivido por parte de su marido. Días después volví para hacerle una entrevista, le solicité permiso para grabar la conversación y accedió. Además, le dije que talvez ciertas preguntas le incomodarían. Ella estuvo de acuerdo con entrevistarla. Nos sentamos en una mesa esquinera de una cafetería, sin testigos.
S: ¿La persona que te trataba mal, quién era?
Z: Mi marido, ahora ya estamos separados.
S: ¿Podrías contarme cómo lo conociste?
Z: ¡Uf!, lo conocí con quince años y me puso la mano encima a los diecisiete, le dije a mi mamá que me había caído y si me creyó.
S: ¿Te abofeteó?
Z: No, me dio un puñete en el ojo. A los diecinueve años salí embarazada y tuve a mi hija a los veinte. Mi madre dijo que tenía que casarme y cuando mi primer hija tuvo tres meses me casé.
S: ¿Además de ese primer puñetazo te volvió agredir?
Z: “Tú no vales para nada”, me decía, y me hacía caer a golpe.
Zaida de repente, tapaba la cara con sus manos y sobaba su frente como si fuera sudor.
S: ¿No te sentías valorada?
Z: Para nada.
S: ¿Tú trabajabas?
Z: No, yo cuidaba de mis hijas, y le tenía que ir pidiendo dinero a él. El dinero era de él.
S: ¿Tenías amistades?
Z: ¡Uf! Era celoso, muy celoso, celosísimo. Antes de casarnos le soltaba el hilván a mis faldas, y después de casados no frecuenté ni amigas ni amigos.
Zaida sopla el café que está caliente y muerde un pedacito del croissant.
Z: Ahora ya tengo amigas, y en el salón puedo conversar con quien quiera. Las clientas me cuentan su vida, y yo les cuento la mía, pero nunca me había sentado para dar una entrevista. Es la primera vez, creo que tenía que hacerlo para que a través de usted, otras conozcan el abuso que sufrí.
S: ¿Visitabas a tu familia?
Z: Sí, mientras él estaba trabajando, yo llevaba de un brazo a una de mis hijas, y con el otro halaba el coche con mi niña tiernita. Era difícil subirse al bus, nadie me ayudaba. Cuando volvía a casa, él me preguntaba molesto por qué estaba fuera de casa hasta tan tarde, eran quizás las cinco.
S: ¿Consumía alcohol o drogas?
Z: Bebía con los amigos después de hacer deportes. Lo primero era su deporte, deporte, deporte. Él pasaba más tiempo con sus amigos que con nosotros, y si hacía falta leche para las niñas, él compraba primero su proteína, o sea el trago; y si sobraba compraba leche o yogurt.
S: ¿Qué desencadenó la ruptura para que presentaras una denuncia?
Z: Ya no eran solo maltratos psicológicos; estaba sufriendo de ansiedad. Él me daba paliza tras paliza. Tanto es así, que fueron veinte días seguidos de palizas, y todo esto ocurrió frente a mis dos hijas.
Zaida empezó a tocarse su cuerpo mostrando donde había recibido los golpes.
Z: Le conté a mi madre y fui con ella a un hospital. Allí en el área de la mujer, nos dijeron que lo denuncie a la policía, pero yo no lo hice y seguí con él. Un día jueves o miércoles, él llegó a pegarme otra vez, pero esta vez me defendí, él tomó un cuchillo y yo gritaba tanto que vino un vecino a ayudarme, pero alcanzó a hacerme un taso en el cuello y los golpes seguían.
Zaida respiró profundo y dijo: “¡Asesino! ¡Es un asesino!”, mientras se tocaba el cuello. Escuché su confesión contándola de una manera muy fría.
S: ¿Fuiste al hospital?
Z: Agarré mi cartera, y corrí donde mis hijas. Las tenía la señora Tere, mi vecina. Inmediatamente, alguien me llevó al hospital. En el área de la mujer, dijeron que lo denunciara, fue un 8 de agosto, si no me equivoco, del 2011. y ellos mismos me llevaron a la policía.
S: ¿Que pasó con tu marido?
Z: Ese día él me gritaba, “tú sin mí no eres nada, no eres nadie, eres un trapo, eres una puta”. Después de que hice la denuncia, un patrullero fue a detener, lo encontraron en la casa. Esa noche durmió en la cárcel y al otro día salió libre. Creo que él penso que yo jamás lo denunciaría. Le dieron una orden de distanciamiento.
S: ¿Él volvió a buscarte?
Z: Cambié la cerradura y seguí en la misma vivienda. Yo tenía mucho miedo de que volviera. Un hermano mío vino a vivir conmigo, pero yo no tenía dinero para darle de comer a mis hijas. Mi padre no me ayudó. Dijo que buscara trabajo, hasta tanto mi mamá me ayudó a cuidar a mis hijas. Nunca más supe de él, creo que se fue a vivir a otra ciudad. Él nunca va a cambiar. La pareja que consiga recibirá el mismo maltrato que yo aguanté.
S: ¿Podrías darle algún consejo a las mujeres maltratadas?
Z: Mi niña, nunca deje que nadie la maltrate. ¡Qué bonita le han quedado sus uñas! ¿Cómo está su mamita? Tráigala la próxima vez para hacerle las uñas.
Le agradecí a Zaida por la entrevista, y seguimos tomando el café. El diálogo continuó mostrándome unas fotografías.- ¿Le gustan? Son mis hijas.
En mi experiencia durante la entrevista, no vi un exceso de odio, excepto cuando dijo que su marido era un “asesino”. Ahora, ella tiene una nueva pareja, se dio una segunda oportunidad, aunque no ha tenido hijos con él. Creo que ella se salvó de morir por las manos de un abusador. Denunciar la violencia de un agresor, salva vidas. Esta joven de treinta pocos años había sufrido violencia doméstica. Al final de la entrevista, Zaida suspiró y expresó: “Ahora ya nada me molesta, soy libre”.
SANDRA SALGADO MENDOZA
Nueva York, 17 de marzo de 2020