LOS SUSPIROS DE UN RINC脫N
¡Desparramada y sin compostura! As铆 se secuestraba d铆a y noche sin cruzar las piernas en el sill贸n. Llevaba semanas sin medias leyendo las letras id铆licas de un autor. Ah铆 no hab铆a hedor, ni dolor, tan solo una mujer husmeando a un papel seductor.
La sala ten铆a cuatro muebles, mas con 铆mpetu a uno lo arrejunt贸 a una mesita esquinera donde reposaba una l谩mpara que alumbraba un cuadro de brocha an贸nima que tapaba el clavo grande de una pared.
Cuando terminaba de leer, sus manos trepadas en el cuello y hombros, ya exhaustas bajaban a cerrar aquel libro que yac铆a embelesado, encaramado en una faldita de seda arrugada, y empujando, arrastr贸 al sill贸n con almohad贸n a su descomplicado lugar anterior.
Al d铆a siguiente, el libro de tinta espesa y la lectora de insaciable ardor, volv铆an a ser colegas 铆ntimos en el rinc贸n. Se estremec铆an, se acariciaban y quedaban atrapados en la il铆cita locura de la lectura. Y ya acalambrados, volv铆an a ser c贸mplices reincidentes en diurnos cap铆tulos, desboc谩ndose sin cesar sobre ese sill贸n de interminables suspiros, raptados por aquel extasiado y nocturno rinc贸n.
SANDRA SALGADO MENDOZA
Nueva York, 29 de octubre de 2020