jueves, 12 de marzo de 2020

LA HEREDERA.- ✏️







LA HEREDERA


    Se sentaba por horas escribiendo en un cuaderno.  Hacía tachones y borrones.  Empezaba un párrafo y luego otro. Leía como murmurando entre los dientes.
    ¿Qué sería lo que escribía? ¿Acaso era un escritor?  Escribía para sí mismo; nunca compartía, ni comentaba las letras que reposaban en las líneas celestitas. Quizás serían palabras de tristeza, alegría o alguna decepción de amor.
    Nunca faltó el día en que él no llevase un librito en el bolsillo de su camisa.  Éste estaba subrayado con puntitos, vistos buenos, guiones y una serie de signos que solo él podía descifrar.
    Transcurrieron los años, y en una madrugada de verano irrumpió un ataque a su corazón.  La pluma cesó, el humo del cigarrillo se apagó y el cuaderno se cerró.
    La niña que por muchos años lo había estado observando, ya creció. Miren su mesita, está llena de cuadernos arrumados de penitas.  Están los lápices que heredó, que solo saben escribir palabras muy tristes pero con amor.
    El cenicero desbordado de cenizas y colillas sigue ahí. Lo acompaña un retrato de antaño, y una notita manuscrita en el reverso que dice así: “Tal palo tal astilla”. ‘He aquí esta estampa inmortal dedicada a mi querida hija.  Única heredera de mis lapices, mis libros y dueña absoluta de mis escritos’.
    Todos los poemas acuñados en esos cuadernos relatan la vida de su padre cuando la mamá de la niña aún no había perdido la memoria, y cuando él no había perdido su entusiasmo por vivir.
    En la mesa ya no hay versos, y en el cementerio hay una fosa abierta con flores de algún jardín, esperando que alguien recite el poema que la heredera escribió.


¡Entiérrenme viva! 
Coloquenme una corona de lápices
 en la tumba de mi funeral.

 Entiérrenme sin piedad 
cuando ya no recuerde 
donde está el cuaderno de papá.

SANDRA SALGADO MENDOZA
Nueva York, 10 de diciembre de 2019