¡Qué escándalo! He escrito un poema entre mis piernas.
¡NECIO!
¡Necio!
¡Eres necio!
¡Te advertí!
Qué no siguieras mirándome.
Qué no siguieras oliéndome.
¡Necio!
¡Eres muy necio!
¡Te advertí!
Qué quedarías atrapado
si olías el perfume
putrefacto de mi vejez.
¡Necio, necio, necio!
¡Te advertí!
Qué enloquecerías oliendo mi piel.
Qué no podrías huir despavorido.
Qué nunca más serías libre.
¡Bruto!
¡Eres muy bruto!
¡Te advertí !
Qué gritarías con locura.
Qué el placer más exquisito,
es oler el perfume rancio de mi piel.
¡Te advertí!
¡Sí, te advertí!
¡Mucho, te advertí!
Qué con tan solo
mirarme y olerme,
serías un esclavo a mis pies.
¡Necio y bruto!
¡Te advertí!
Qué este perfume enloquecedor de la vejez,
te llevaría cada vez más cerca de la tumba.
¡Ven aquí, y huéleme más!
Aquí, cerca muy cerca de mis piernas,
oliéndome, asfixiándote,
enloqueciendo, y ululando de placer.
¡Ven y grita!
¡Grita imbécil! ¡Grita sin fingir!
Diles que me hueles con demencia,
y que estás embrutecido de tanto oler.
¡Huéleme y grítalo por última vez...!
¿A qué huele mi piel?
SANDRA SALGADO MENDOZA
Nueva York, 26 de enero de 2017.