jueves, 2 de noviembre de 2017

AÚN VIVEN AQUÍ.





AÚN VIVEN AQUÍ


Y mientras escribo, estoy revolviendo la nostalgia, revolviendo las penas, y revolviendo los recuerdos con la misma cucharilla recargada de toneladas de azúcar que le echabas a tu tacita de café.

Tenías varios lápices amarillos, unos eran altos y otros tan chiquitos que parecía que escribías con los dedos. Y junto a ellos, el sacapuntas plateado, el borrador blanco, el de las puntas redondas gastado de buscar la perfección inclinada de las letras sobre los atenuados renglones azulados.

Y cuando provocabas una tos como si fuera un galillazo para que no pareciera un sollozo declamabas ese poema, aquel en que un hijo después de haberle arrancado el corazón a su madre como una prueba de amor hacia su amada, el hijo tropieza, el corazón cae sobre las rocas, y éste le pregunta: "¿Te has lastimado hijo mío?".

Y cuando en nuestra casa despedías a los amigos en la puerta, sin abandonarlos de vista hasta que allá lejos, ya no pudieras divisarlos.

Y cuando con tu prosa al caminar, pisando con el movimiento salvaje de tu cabello grisáceo,  agredías el perfume de los jardines con tu cigarrillo Chesterfield, y qué decir de tu camisa con un bolsillo sobre el corazón lleno de un armamento de lápices amarillos ibas fumando, leyendo, haciendo amigos, y contando historias.

Y cuando caminabas como forastero por las calles donde yo nací llevando un libro en tu mano, de repente te detenías en media acera a subrayar con tu lápiz amarillo una línea carbonizada sobre las mil y una hojas de algo que en tu mente había inquietado. 

Y ese libro, y ese otro, y todos aquellos se han ido. La biblioteca está muerta, las flores están muertas, ¡tu hija está muerta!, y las alegrías también.  Las pisadas de vez en cuando vuelven, pero ese olor a cigarrillo, los lápices amarillos, ese corazón bondadoso, y tus poemas, aún viven aquí. 


SANDRA SALGADO MENDOZA
Nueva York, 2 de noviembre de 2017
DÍA DE LOS DIFUNTOS